LA NECESIDAD DE “MAQUINAS DE CONTAR”
Desde los inicios de la civilización, los hombres han buscado la forma de simplificar las tareas, construyendo máquinas que pudieran ayudarnos con tal fin.
Con el desarrollo de las civilizaciones surgió la necesidad de realizar cálculos, para cuestiones como: proyectar fechas sobre calendarios, determinar volúmenes de cosechas, fijar importes a tributar, controlar pagos, etcétera. Las finanzas públicas y el comercio fueron los principales impulsores del desarrollo de elementos para simplificar los cálculos numéricos. Esa necesidad de simplificar las operaciones de cálculo llevó al surgimiento de máquinas sencillas, pero que en esencia fueron la base de lo que hoy son complejos sistemas de tratamiento de información.
En esas máquinas simples encontramos los mismos elementos básicos de las sofisticadas máquinas de hoy: datos de entrada, que son elaborados mediante un proceso de transformación, llegando así al resultado o salida.
LAS PRIMERAS MÁQUINAS DE COMPUTAR
Ya en el año 3000 AC.; encontramos antecedentes sobre el uso del ábaco, máquina para calcular, que podemos considerar como el más antiguo exponente de su tipo, y que surgió como evolución natural del conteo mediante el uso de los dedos de la mano y pequeñas piedras.
En el siglo XV de nuestra era, encontramos lo que podríamos considerar el primer antecedente de la calculadora, de un diseño de Leonardo Da Vinci (1452-1519).
Con la difusión de las ruedas dentadas, en el siglo XVII se desarrollaron varias máquinas capaces de sumar, restar, multiplicar y dividir. Entre ellas se destacan la pascalina, máquina de sumar y de restar desarrollada por Blas Pascal (1623-1662), y la máquina de Gottfried Leibniz (1646-1716), hábil para sumar, restar, multiplicar y dividir.
La máquina de Pascal resultó un éxito en cuanto a su funcionamiento, y fue muy reconocida en toda Europa; sin embargo su fabricación y venta fracasó económicamente, debido a su alto costo de elaboración y reparación.
En ese entonces resultaba más barato contratar personal para hacer cuentas, que comprar la pascalina y mantenerla en funcionamiento. La pascalina está conformada por una serie de ruedas dentadas representando cada una de ellas un dígito con valores del cero al nueve.
Evidentemente la idea desarrollada y puesta en práctica por Pascal requería un nivel de desarrollo tecnológico superior al disponible entonces.
Sin embargo, su esquema de funcionamiento se utilizó en las “máquinas de cálculo” hasta la pasada década de los sesenta, época en la cual las calculadoras mecánicas fueron reemplazadas por las calculadoras electrónicas.
En 1801, Joseph-Marie Jacquard desarrolló una máquina tejedora en que, para formar la tela, el movimiento de las agujas y el hilo se desarrollaba por un mecanismo que interpretaba las instrucciones codificadas en tarjetas perforadas. Al cambiar las tarjetas, se cambiaba el diseño de la tela, denominado el telar de Jacquard.
Más tarde, Charles Babbage, profesor de la Universidad Cambridge diseñó dos máquinas de cálculo que introdujeron significativos avances.
En 1812, con una subvención del gobierno inglés, construyó una máquina a vapor conocida como máquina de diferencias o máquina diferencial. La construcción resultó más larga y cara de lo previsto y el gobierno retiró su apoyo económico, por considerarla falta de valor científico.
Aún antes de discontinuar la construcción de la máquina diferencial, Babbage diseñó otra máquina más avanzada: la máquina analítica que según sus cálculos, podría realizar hasta sesenta operaciones de sumar, restar, multiplicar y dividir por segundo, mediante el empleo de miles de engranajes y transmisiones.
Babbage trabajó en el diseño de la máquina analítica hasta su muerte, en 1871. si bien no pasó de un modelo experimental, su estructura y componentes fueron la base de la computadora actual. Nuevamente la tecnología disponible no permitió viabilizar la invensión.
Los componentes de la máquina analítica de Babbage contaban con: una entrada por lectura de datos externos registrados en tarjetas perforadas, basadas en el telar de Jacquard; almacenamiento, una unidad de administración o control, que dirigía el funcionamiento del resto de las partes y una salida que permitía observar los resultados.
Herman Hollerith fue un trabajador de la oficina de censos de los Estados Unidos de Norteamérica, agudizó su ingenio y desarrolló una máquina tabuladota, que fue seleccionada, para su aplicación en el censo de 1980.
Los componentes de la máquina tabuladota a base de tarjetas perforadas de Hollerith eran: una máquina perforadoras de tarjetas, en la que se perforaban los datos codificados según su ubicación física en una tarjeta de cartulina, de tamaño aproximado al de un billete; una máquina lectora, mediante la cual se leían las tarjetas a gran velocidad y determinaba como debían ordenarse; una máquina almacenadora, en la que se guardaban las tarjetas en 24 casillas, según el ordenamiento antes determinado.
Luego del éxito para tabular datos censales, y durante la primera mitad del siglo pasado, las tarjetas perforadas tuvieron una significativa importancia en el procesamiento de la información para fines administrativo-contables.
Se desarrolló toda una serie de máquinas denominadas, genéricamente, EAM, que incluía diferentes dispositivos, tales como: la perforadoras de tarjetas, la verificadora de tarjetas, la lectora de tarjetas, la clasificadora de tarjetas y la máquina de contabilidad, con unidad impresora.
Una misma máquina permitía realizar diferentes funciones para diferentes formatos de columnas, mediante el cambio en su programación.
En la década de 1920, en los Estados Unidos y ciertos países europeos, se iniciaron múltiples desarrollos de máquinas que operaban por analogía con leyes físicas, llamadas máquinas analógicas.
LOS INICIOS DE LA COMPUTACIÓN ELECTRÓNICA Y LAS ÚLTIMAS COMPUTADORAS MECÁNICAS
EN 1939, EN LOS Estados Unidos, iniciaron el armado de una calculadora electrónica con tubos de vacío y circuitos de memoria y lógica, que trabajaba utilizando un sistema de numeración binario. El proyecto fue ofrecido a IBM, empresa cuya gerencia consideró que se trataba de una curiosidad científica que no reemplazaría a las máquinas mecánicas procesadoras de tarjetas.
Luego de desarrollar diferentes computadoras se creó una máquina llamada UNIVAC, considerada la primera computadora económicamente viable.
Desde los inicios de la civilización, los hombres han buscado la forma de simplificar las tareas, construyendo máquinas que pudieran ayudarnos con tal fin.
Con el desarrollo de las civilizaciones surgió la necesidad de realizar cálculos, para cuestiones como: proyectar fechas sobre calendarios, determinar volúmenes de cosechas, fijar importes a tributar, controlar pagos, etcétera. Las finanzas públicas y el comercio fueron los principales impulsores del desarrollo de elementos para simplificar los cálculos numéricos. Esa necesidad de simplificar las operaciones de cálculo llevó al surgimiento de máquinas sencillas, pero que en esencia fueron la base de lo que hoy son complejos sistemas de tratamiento de información.
En esas máquinas simples encontramos los mismos elementos básicos de las sofisticadas máquinas de hoy: datos de entrada, que son elaborados mediante un proceso de transformación, llegando así al resultado o salida.
LAS PRIMERAS MÁQUINAS DE COMPUTAR
Ya en el año 3000 AC.; encontramos antecedentes sobre el uso del ábaco, máquina para calcular, que podemos considerar como el más antiguo exponente de su tipo, y que surgió como evolución natural del conteo mediante el uso de los dedos de la mano y pequeñas piedras.
En el siglo XV de nuestra era, encontramos lo que podríamos considerar el primer antecedente de la calculadora, de un diseño de Leonardo Da Vinci (1452-1519).
Con la difusión de las ruedas dentadas, en el siglo XVII se desarrollaron varias máquinas capaces de sumar, restar, multiplicar y dividir. Entre ellas se destacan la pascalina, máquina de sumar y de restar desarrollada por Blas Pascal (1623-1662), y la máquina de Gottfried Leibniz (1646-1716), hábil para sumar, restar, multiplicar y dividir.
La máquina de Pascal resultó un éxito en cuanto a su funcionamiento, y fue muy reconocida en toda Europa; sin embargo su fabricación y venta fracasó económicamente, debido a su alto costo de elaboración y reparación.
En ese entonces resultaba más barato contratar personal para hacer cuentas, que comprar la pascalina y mantenerla en funcionamiento. La pascalina está conformada por una serie de ruedas dentadas representando cada una de ellas un dígito con valores del cero al nueve.
Evidentemente la idea desarrollada y puesta en práctica por Pascal requería un nivel de desarrollo tecnológico superior al disponible entonces.
Sin embargo, su esquema de funcionamiento se utilizó en las “máquinas de cálculo” hasta la pasada década de los sesenta, época en la cual las calculadoras mecánicas fueron reemplazadas por las calculadoras electrónicas.
En 1801, Joseph-Marie Jacquard desarrolló una máquina tejedora en que, para formar la tela, el movimiento de las agujas y el hilo se desarrollaba por un mecanismo que interpretaba las instrucciones codificadas en tarjetas perforadas. Al cambiar las tarjetas, se cambiaba el diseño de la tela, denominado el telar de Jacquard.
Más tarde, Charles Babbage, profesor de la Universidad Cambridge diseñó dos máquinas de cálculo que introdujeron significativos avances.
En 1812, con una subvención del gobierno inglés, construyó una máquina a vapor conocida como máquina de diferencias o máquina diferencial. La construcción resultó más larga y cara de lo previsto y el gobierno retiró su apoyo económico, por considerarla falta de valor científico.
Aún antes de discontinuar la construcción de la máquina diferencial, Babbage diseñó otra máquina más avanzada: la máquina analítica que según sus cálculos, podría realizar hasta sesenta operaciones de sumar, restar, multiplicar y dividir por segundo, mediante el empleo de miles de engranajes y transmisiones.
Babbage trabajó en el diseño de la máquina analítica hasta su muerte, en 1871. si bien no pasó de un modelo experimental, su estructura y componentes fueron la base de la computadora actual. Nuevamente la tecnología disponible no permitió viabilizar la invensión.
Los componentes de la máquina analítica de Babbage contaban con: una entrada por lectura de datos externos registrados en tarjetas perforadas, basadas en el telar de Jacquard; almacenamiento, una unidad de administración o control, que dirigía el funcionamiento del resto de las partes y una salida que permitía observar los resultados.
Herman Hollerith fue un trabajador de la oficina de censos de los Estados Unidos de Norteamérica, agudizó su ingenio y desarrolló una máquina tabuladota, que fue seleccionada, para su aplicación en el censo de 1980.
Los componentes de la máquina tabuladota a base de tarjetas perforadas de Hollerith eran: una máquina perforadoras de tarjetas, en la que se perforaban los datos codificados según su ubicación física en una tarjeta de cartulina, de tamaño aproximado al de un billete; una máquina lectora, mediante la cual se leían las tarjetas a gran velocidad y determinaba como debían ordenarse; una máquina almacenadora, en la que se guardaban las tarjetas en 24 casillas, según el ordenamiento antes determinado.
Luego del éxito para tabular datos censales, y durante la primera mitad del siglo pasado, las tarjetas perforadas tuvieron una significativa importancia en el procesamiento de la información para fines administrativo-contables.
Se desarrolló toda una serie de máquinas denominadas, genéricamente, EAM, que incluía diferentes dispositivos, tales como: la perforadoras de tarjetas, la verificadora de tarjetas, la lectora de tarjetas, la clasificadora de tarjetas y la máquina de contabilidad, con unidad impresora.
Una misma máquina permitía realizar diferentes funciones para diferentes formatos de columnas, mediante el cambio en su programación.
En la década de 1920, en los Estados Unidos y ciertos países europeos, se iniciaron múltiples desarrollos de máquinas que operaban por analogía con leyes físicas, llamadas máquinas analógicas.
LOS INICIOS DE LA COMPUTACIÓN ELECTRÓNICA Y LAS ÚLTIMAS COMPUTADORAS MECÁNICAS
EN 1939, EN LOS Estados Unidos, iniciaron el armado de una calculadora electrónica con tubos de vacío y circuitos de memoria y lógica, que trabajaba utilizando un sistema de numeración binario. El proyecto fue ofrecido a IBM, empresa cuya gerencia consideró que se trataba de una curiosidad científica que no reemplazaría a las máquinas mecánicas procesadoras de tarjetas.
Luego de desarrollar diferentes computadoras se creó una máquina llamada UNIVAC, considerada la primera computadora económicamente viable.
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