Aristóteles es, junto a Tomás de Aquino, uno de los máximos representantes del realismo, postura equidistante del idealismo y el empirismo gnoseológicos.
Por un lado, su teoría del conocimiento es distinta del idealismo platónico —cree que todo conocimiento comienza con la experiencia— y del idealismo kantiano —afirma que el objeto de conocimiento es la substancia, la cosa en sí—. Por otro lado, su postura es distinta del empirismo —cree que, gracias a la acción del intelecto agente, podemos conocer no sólo los accidentes sino también las formas universales presentes en las cosas particulares—.
A continuación se presenta un esquema del proceso de conocimiento tal como lo entiendía Aristóteles, acompañado de una breve descripción de los elementos que lo componen.
Substancia: el objeto de conocimiento es la substancia (la cosa en sí) compuesta de materia (particular) y forma (universal). El conocimiento, entonces, no es una construcción apriorística de la razón sino el fruto del esfuerzo conjunto de los sentidos y el entendimiento que, partiendo de la realidad particular, se elevan mediante la abstracción hasta la captación de lo universal presente ya en la realidad misma.
Sentidos: todo conocimiento comienza con la percepción sensible. Sin representaciones sensibles el alma no puede pensar. Si carecemos de un sentido, careceremos de también de los conocimientos correspondientes. Según Aristóteles: “Un ciego de nacimiento no tiene conocimiento de los colores.”
Sentido común: los sentidos brindan una multiplicidad de sensaciones particulares. El sentido común unifica estas percepciones para que puedan ser captadas por la fantasía o imaginación.
Imaginación: la fantasía elabora una imagen del objeto conocido que conserva todavía su particularidad.
Intelecto activo: a las imágenes de la fantasía el intelecto activo las despoja de todo rasgo particular captando la idea universal que ellas tienen en potencia. Justamente por estar en acto de conocer es que el intelecto agente puede actualizar dicha potencia.
Intelecto pasivo: mientras la facultad sensible capta los aspectos sensibles de las cosas, el intelecto pasivo tiene la capacidad de captar los aspectos inteligibles que imprime en él el intelecto activo.
Si muchos de los predecesores de Aristóteles, particularmente Platón y Parménides, habían despreciado los sentidos, la teoría del conocimiento aristotélica va a ser precisamente empirista. Si como hemos visto en la metafísica, tan sólo podemos afirmar la existencia del mundo material que nos rodea, los sentidos, que nos proporcionan los datos del mismo, desempeñarán una función muy importante en el proceso de conocimiento. Aristóteles se muestra convencido, además, de que la realidad es inteligible, es decir, que la podemos conocer, tesis contraria a la platónica: en la medida en que la realidad era material y por tanto mutable, no cabía un verdadero conocimiento de la misma. Para Aristóteles todas las cosas están compuestas de materia y forma: al introducir en las cosas las Ideas platónicas, se está afirmando la posibilidad de lograr un conocimiento universal sobre las mismas. Lejos de despreciar los sentidos, Aristóteles afirma que el conocimiento comienza por los sentidos y continúa por el pensamiento.
Para Aristóteles, los sentidos son siempre una posibilidad de conocimiento. Posibilidad o potencia que se actualiza en presencia del objeto sensible. Aristóteles establece una comparación muy gráfica: los sentidos son “receptáculos de las formas sensibles sin materia, igual que la cera recibe la impronta del anillo sin el hierro o el oro”. Sentir consiste en captar (tomar, coger) la forma del objeto, dejando de lado su materia, hasta el punto que se puede decir que, realizado este proceso, el objeto está en los sentidos del sujeto. A partir de esta percepción de lo individual llevada a cabo por los sentidos, el entendimiento convierte ese conocimiento concreto en universal. Partiendo siempre de la sensación, la acumulación de experiencias permite al entendimiento comenzar un proceso inductivo que desemboca en la esencia universal común. Como vemos, no hay conocimiento posible sin sensación: la actividad del entendimiento debe ir siempre acompañada de imágenes sensibles. Los sentidos captan lo particular, y el entendimiento, por la repetición de experiencias sensibles particulares, eleva ese conocimiento a la categoría de universal.
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